La palabra "ogro" trae a la mente de la gente de Ansalon la imagen de
unos monstruos enormes y brutales que disfrutan con el tormento y la
crueldad. La verdad es, sin embargo, mucho más compleja. En el amanecer
de los tiempos, los ogros eran la raza predilecta de la Reina Oscura y
se llamaban a sí mismos los Abaqua, o Primeros Hijos. Eran altos,
fuertes y duchos en la magia; pero también crueles y egoístas. Creados a
su imagen y semejanza, poseedores de una belleza sin igual, la mayoría
compartían la ambición y maldad sin límites de su diosa. Sus ansias de
dominación los llevaron a someter y subyugar a quienes se entrometían en
su camino, formando así un vasto imperio que ocupaba buena parte de
Ansalon.
Mas no estaba dispuesto a durar. Durante la Caída, los
Abaqua degeneraron en salvajes sedientos de sangre. Otrora hermosos
físicamente, la fealdad de sus corazones corrompió sus formas,
transformándoles en criaturas horribles y privándoles de su gran
intelecto. Ese funesto suceso atormenta todavía a los ogros; es una
memoria racial de la que no se pueden librar. Los ogros siempre
proyectan la agresión resultante de su Caída hacia otras razas,
despreciando sobre todo a los gráciles elfos, que se mofan de ellos con
una belleza que ahora queda fuera de su alcance. Un ogro nunca admitirá
la culpa de su raza: siempre son los humanos y, sobre todo, los elfos,
los responsables de haber caído en desgracia.
Los ogros han
tratado de recuperar su perdida majestuosidad a lo largo de loes eones.
Convertidos en una raza de bruto, ansían recuperar la gloria mientras
viven entre las ruinas de una civilización largo tiempo desaparecida. Se
revuelven en el dolor y el sufrimiento, presas de un odio hacia el
resto de razas que la memoria de los Abaqua, los Primeros Hijos de las
Estrellas, no deja de alimentar.
BREVE HISTORIA DE LAS RAZAS OGRAS
En
la Era de los Sueños, los Abaqua eran las criaturas favoritas de la
Lady Oscura (nombre que dan a Takhisis los ogros, incluso hoy en día) y,
como tales, recibieron numerosos dones. A cambio, ellos la servían con
fervor, ayudándola a conseguir sus perversos designios. Es por eso que,
cuando los humanos empezaron a mostrar un libre albedrío que amenazaba
el dominio de la diosa sobre otras razas, se ocuparon de esclavizarlos y
controlarlos para complacerla. Bajo las órdenes de la Lady Oscura, los
ogros esclavizaron a los odiados humanos y los usaron para construir una
gran civilización.
La codicia y la crueldad de los ogros fue lo
que finalmente causó su caída. El punto de inflexión en la historia que
la mayoría de historiadores señalan es el acto conocido como la Herejía
de Igraine. La leyenda afirma que la hija de un noble alto ogro fue
salvada por un esclavo humano que fácilmente podría haber dejado que la
ogresa muriera. Igraine, al verlo, quedó impresionado por la compasión
mostrada por el humano y fue repentinamente consciente de que su raza
había tomado una senda que los llevaría a la destrucción. Liberó a sus
esclavos y animó a otros entre sus congéneres a hacer lo mismo,
iniciando un movimiento que suscitó controversia y terminó en guerra
civil. Pero Igraine rehusó luchar contra los suyos: acompañado de sus
más allegados, se alejó del contacto con el mundo y viajó a una tierra
lejana, escondiendo mágicamente su rastro. Estos altos ogros llegarían a
ser conocidos, con el tiempo, como Irda.
A lo largo de las
siguientes centurias, los ogros restantes se hundieron cada vez más en
la ignominia. Afectados por una maldición impuesta por Paladine, su
apariencia se tornó espantosa, igualando la fealdad que albergaban en
sus almas. Su civilización cayó en la ruina, deviniendo nada más que un
pobre recordatorio de su gloria anterior. Hacia el final de la Era de
los Sueños, los ogros habían degenerado completamente en los brutos sin
muchas luces del Krynn moderno. La Lady Oscura, con todo, no ha olvidado
a los que una vez fueron sus hijos favoritos. Fueron parte de sus
legiones en la Segunda Guerra de los Dragones, cuando combatieron junto a
los bakali y arrasaron las tierras de Silvanesti. Posteriormente, bajo
las órdenes del Señor de la Guerra Crynus y el renegado Galan Dracos,
lucharon ferozmente contra los caballeros de Solamnia en la Tercera
Guerra de los Dragones. Durante esos años, conquistaron a los minotauros
y los convirtieron en soldados-esclavo para mayor gloria de la Reina de
los Dragones. Así comenzó una relación de odio profundo entre las dos
razas y una tradición de esclavitud que persiste hasta hoy.
Los
ogros sobrevivieron al reinado de los Príncipes de los Sacerdotes
durante la Era del Poder, aunque con grandes penurias. Fueron tiempos
difíciles para los ogros, quienes se enfrentaron a los caballeros de
Solamnia en el oeste y a los Caballeros del Martillo Divino en el este.
Aunque la mayor parte de Ansalon vio el Cataclismo y la caída de Istar
como un acontecimiento apocalíptico, los ogros quedaron complacidos. La
pérdida de los dioses fue un pequeño precio a pagar por la destrucción
del mayor de sus enemigos. Por encima de todo, el Cataclismo permitió a
los ogros campar a sus anchas por el mundo y practicar la tortura, el
pillaje y la esclavitud.
En efecto, poco después del Cataclismo,
horas enteras de ogros se abalanzaron sobre las llanuras al este de las
Montañas Khalkist, buscando a sus enemigos para destruirles. No fueron
plenamente conscientes de la devastación que había sufrido Ansalon hasta
que sus ojos observaron que los verdes prados terminaban abruptamente
en el mar; Istar había desaparecido. Centenares de millas del continente
se habían desvanecido bajo el Océano Courrian. Los ogros viajaron por
la nueva ,línea de costa, masacrando a los pocos supervivientes en su
camino. Al alcanzar el final de un panínsula, los ogros reclamaron esa
tierra como propia. Así, la nación ogra de Kern fue esablecida en los
primeros albores de la Era de la Desesperación.
Durante la Era de
la Desesperación, tribus de ogros se abrieron paso por el paisaje
desolado, explorando, saqueando y matando a todo aquél que se
encontraran a su paso. Sin nada que temer de este mundo privado de
dioses y abierto a la intimidación, los ogros establecieron muchas
aldeas y puestos fuertes a lo largo del continente. Valiéndose de su
fuerza bruta, se regocijaron en el sufrimiento y el dolor de la
humanidad.
Aproximadamente dos siglos después del Cataclismo, los
ogros de Blöde y Kern se enfrentaron a una nueva amenaza. Un vetusto
dragón negro llamado Garra despertó de su letargo y empezó a acosar a
los ogros. Pidió tributos y los aterrorizó durante décadas hasta que
sufrió una derrota frente a otro de su especie. Así pues, los ogros se
cuentan entre los primeros pueblos que asistieron al retorno de los
dragones.
Siguiendo a estos años de tormento, los ogros empezaron
a estar agitados y nerviosos. Las incursiones a territorios vecinos
aumentaron. En las décadas previas a la Guerra de la Lanza, emisarios de
la Reina Oscura contactaron con los jefes ogros y les plantearon una
disyuntiva: unirse al Ejército de los Dragones de Takhisis o hacer
frente a su ira cuando llegaran al Abismo. Su propio instinto de
violencia ayudó en la decisión. En el nombre de una diosa que creían
largamente desaparecida del mundo, las naciones ogras se aliaron de buen
grado con el Ejército de los Dragones, sirviendo como tropas de tierra y
unidades mercenarias.
Posteriormente a la Guerra de la Lanza,
los ogros han tomado las aldeas que habían sido golpeadas por la
arremetida del Ejército de los Dragones. Encontrando presas fáciles, han
amasado en los últimos tiempos una pequeña fuerza esclava y sus
territorios no dejan de crecer. Aunque lejos de los Caballeros de
Solamnia y la mayor parte del mundo civilizado, son una potencia a tener
en cuenta. En cualquier momento podrían tratar de continuar su
expansión por tierras las fértiles del oeste, confiando en su reciente
pujanza militar.
RASGOS COMUNES
Las
distintas razas ogras tienen muy poco en común, si bien todas poseen el
recuerdo de la antigua grandeza de los altos ogros y comparten gran
fortaleza, ya sea mágica o física. Asimismo, persiste entre las razas
ogras un omnipresente orgullo racial. Este orgullo, que constituyó la
ruina de los altos ogros, modela y dirige en muchos aspectos la
existencia de los ogros a lo largo de su terrible y trágico destino.
Los
magos y brujas ogros retienen vestigios de la magia de sus ancestros,
obteniéndola fundamentalmente de la magia primaria; su escasa disciplina
les impide seguir la senda de la Alta Hechicería. Su origen se remonta a
Treloran, un alto ogro que usó su poderosa mágica para resguardarse de
la maldición lanzada por Paladine. Se vio afectado de todas formas, pero
no en la misma medida que el resto de su raza. Sus descendientes
conservan poderes mágicos que rivalizan con los de cualquier otra raza y
son muy inteligentes. Es por ello que son reverenciados y respetados
entre el resto de sus congéneres, ocupando a menudo un puesto de alta
responsabilidad en su sociedad; algunos, sin embargo, prefieren
mantenerse al margen. Dado que solo pueden cruzarse entre ellos, su
número es muy escaso.
Por su lado, los Irda recuerdan el tiempo
de los altos ogros y tratan de evitar seguir por su mismo camino,
preservando su modo de vida pacífico en una isla aislada y luchando
contra la semilla del Mal en su interior. Ocasionalmente, algunos se
mezclan con las gentes de Ansalon para traer noticias a su tierra o para
ayudar a quienes puedan necesitar su ayuda. De entre todas las subrazas
ogras, son los únicos que adoran a los dioses benignos,
fundamentalmente a Paladine.
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